Todas las
mañanas al levantarnos, nos encontramos con el dilema de no conocer lo que nos
habrá de suceder en nuestro
diario vivir.
Puede ocurrir
que en los primeros momentos no tengamos idea de hacia dónde queramos ir; los
objetivos no aparecen y nuestra mente sigue estando vacía de ideas.
Podríamos hacer
comparaciones y pensar que la vida es semejante a un viaje y ya, sentados en el
tren que habrá de llevarnos a destino, no tenemos noción aún de cómo nos irá.
Es la duda
que tenemos al comienzo esperando que nuestro tren, donde estamos sentados,
comience a moverse.
En la vida
también sucede algo parecido que sobre los rieles, nos sentimos igual que antes
de emprender el viaje, no tenemos idea de cómo será lo que vendrá, pero estamos
en marcha y el futuro comienza a definirse.
Comienzan a definirse
las distintas etapas que van llegando lentamente, como en un catálogo
interminable de secuencias que habrán de sucederse en nuestro paso por la vida.
Es el
momento de elegir lo que suponemos será nuestro destino. Trataremos de cuidar
que nuestro viaje sea ideal, ya que somos nosotros quienes manejamos ese tren
imaginario.
Los aciertos
que tengamos y los posibles errores que puedan suceder, muchas veces serán
debido a la impericia o talento que tengamos al manejar.
Todo depende
de nosotros y tal vez, con el cuidado debido, podamos tener la seguridad que
nuestro tren llegará a destino tal cual deseamos; sólo debemos ocuparnos de
estar atentos a los imprevistos del camino y tratar de que nada ajeno a
nuestros deseos se interponga.
Es difícil,
pero no imposible.
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